30 de octubre de 2016

Y con esto acabo lo de Halloween


Despues de conocer la historia del amigo Jack y su nabo luminoso (con perdón) vamos a intentar averiguar el origen del  truco o trato, que nos lleva a otra explicación pesadísima y totalmente falta de rigor. Es más, rebuscando por internet, además de los habituales copia y pega de distintos sitios, he encontrado más de una teoría, así que yo largo todas y que cada uno se quede con la que más le guste o que, quien tenga más datos, nos aclare cuál es la buena, si es que alguna lo es.

Ante todo, esta tradición no es celta, aunque me imagino que algo tendrá que ver con los presentes que dejaba a la entrada de sus casas este pueblo para contentar a los muertos. 
En esta ocasión no hubo trato


Por un lado parece que el hecho de llamar a las puertas a pedir dulces puede haber comenzado en 1930 y su nacimiento estaría en una costumbre europea del siglo IX. Los cristianos de entonces mendigaban por los pueblos y recibían pasteles de difuntos, hechos a base de pan y pasas. El número de pasteles recibido era directamente proporcional a las oraciones rezadas en favor de los muertos de los dadivosos.

En otra versión la tradición tendría su origen en la persecución a que se vieron sometidos los católicos por los protestantes en Inglaterra durante los siglos XVI y XVII.

A consecuencia de ella se tramó un atentado por parte de los católicos contra el rey James I en el que se pretendía también destruir el palacio de Westminster, sede del gobierno inglés. FInalmente el atentado no se llevó a cabo porque uno de los artífices del mismo (no daremos nombres) fue detenido. Según unos acabó cantando la Traviata y según otros no soltó prenda, pero el caso es que fue torturado y ejecutado y, a raíz de ello, también fueron detenidos algunos conspiradores más.

Desde ese momento grupos de protestantes comenzaron a celebrar el fracaso del magnicidio colocándose máscaras de monstruos y visitando las casas de los católicos exigiéndoles cerveza y pasteles al grito de "truco o trato", frase de la que se deduce que una negativa católica no iba a ser aceptada.

Los protestantes emigrados a América extendieron por las nuevas tierras esta tradición, que los ingleses conmemoran el 5 de noviembre, pero que en el nuevo mundo se unió al resto de celebraciones de Halloween.

Y un tercer origen para el truco o trato proviene de una tradición escocesa, conocida como Guising y documentada desde 1895. En ella los niños, disfrazados, van de casa en casa pidiendo caramelos y dulces, solo que en este caso los chavales ofrecen a cambio algún tipo de actividad como cantar una canción o recitar una poesía, lo que, según en qué casos, podría resultar más amenazador que los huevos contra la fachada.

De nuevo la emigración a América sería la encargada de extender esta tradición. Así tenemos (que yo haya visto) tres posibles orígenes para esa procesión de chavales pidiendo caramelos de puerta en puerta, tan típica en muchas películas de Hollywood, y que da lugar a esos guiños cinéfilo-frikis, como cuando E.T., disfrazado de fantasma, se cruza en un truco o trato con un niño disfrazado de Yoda y le ve como a un colega espacial. Situación a la que George Lucas contestó en su nueva trilogía de Star Wars situando a un grupo de E.T. en el senado galáctico.

Respecto a las historias alrededor de la hoguera (y esto es cosecha mía) las podemos equiparar a esos maratones tan típicos en Estados Unidos de películas de terror y ciencia ficción durante la noche del 31 de octubre. Aunque ahora las historias las cuenta la tele, nos sigue gustando asustarnos con hechos imposibles y cuentos fantásticos.

Halloween aparte, cada cultura ha tenido y tiene su propio recuerdo a los muertos. Los herederos actuales de los antiguos druidas celtas mantienen vivos los ancestrales ritos del Samhain. En Galicia de herencia celta, se sigue manteniendo el nombre de Samhain (Samaín en gallego) para esta fiesta  y, por lo que he podido ver personalmente, la tradición está cada día más viva gracias entre otras cosas a que los mismos colegios potencian su celebración dejando libertad a los chavales para disfrazarse y organizando actividades especiales.

Rafael López Loureiro, un maestro de escuela de la localidad de Cedeira, en A Coruña, es
posiblemente el principal responsable de que el Samaín gallego haya renacido de una manera tan fuerte con su libro A Festa das Caliveras (La Fiesta de las Calaveras), que hizo a los antropólogos volver la mirada a estas antiguas tradiciones gallegas.

El tallado de calabazas (con el nombre de melones las típicas de color anaranjado que se usan para tal fin) es algo ancestral en esta zona de España y los niños las colocaban en cualquier rincón de su entorno con el objeto de asustar a los vecinos.

Incluso en alguna población estas calabazas se guardan hasta el Entroido (Carnaval gallego) para usarlas como máscaras.

Pero Galicia tiene muchas leyendas y tradiciones que no cabrían en esta entrada y las iremos viendo con el tiempo, ya que este blog hunde allí una de sus raíces.

En cuanto a lo de asustar con calabazas en las calles, como curiosidad os cuento que, en la obra La Maravillosa Tierra de Oz, el segundo libro que Frank L. Baum escribió sobre el mundo de Oz, Tip, un niño que vive esclavizado por la bruja Mombi, en un momento de la historia construye un armazón
El señor Baum
de madera con forma humana y le coloca una calabaza tallada como cabeza. Deja el muñeco en el camino por el que ha de pasar la bruja para asustarla, pero ella, en lugar de asustarse, rocía el armazón con polvos mágicos que confieren vida para probar su efectividad, lo que da lugar al nacimiento de otro personaje crucial en las historias de Oz, Calabaza Jack.

Será casualidad o no, pero los padres de Baum (que nació en Estados Unidos) son de origen alemán él y escoces-irlandés ella. Además nació en 1856, unos diez años después de la hambruna irlandesa que obligó a una parte importante de la población a abandonar su tierra natal en busca de mejores condiciones de vida y que, como vimos en la segunda entrada sobre Halloween, fue una de las migraciones que introdujo en Estados Unidos las antiguas tradiciones que nos ocupan.

Volviendo a España, no solo en Galicia son típicas las calabazas. En algunas zonas de Cuenca los niños las tallan para llevarlas al cementerio. En poblaciones de Granada, Jaén o Córdoba se elaboran
Mi versión de la calavera de melón: la rana de sandía
los faroles de melón (que, en este caso, sí son melones de verdad), que se cuelgan en las puertas de las casas para asustar a los muertos. En Cáceres, León Zamora... las calabazas talladas vienen también de muy atrás, de mucho antes de que nos llegara la influencia americana.

y, como esto se está haciendo largo, vamos a dejarlo aquí, aunque podríamos hablar de otros países con una cultura especial hacia la muerte y los antepasados como México, China, Japón, India... hasta el punto, como sucede en alguna zona de Indonesia, de desenterrar literalmente a los muertos para lavarlos, vestirles y pasearlos con el fin de demostrarles que se les sigue teniendo presentes.

Concluyendo, independientemente de lo que cada uno opine de las costumbres americanas y de su adopción en otros países, el final de octubre siempre ha tenido una connotación especial y actualmente, aunque el sentido haya cambiado, sigue siendo una fecha destacada. Mejor que criticar, casi que nos dedicamos a desempolvar viejos clásicos del terror, como esas míticas producciones de la Universal y sus versiones setenteras de la Hammer, con Peter Cushing/Van Helsing persiguiendo a Christopher Lee/Drácula para claverle la estaca (literalmente, no hay segundas interpretaciones) mientras tentamos a la diabetes con puñados de gominolas o a la hipertensión con palomitas saladas.

Solo me queda decir que todo este chorizo no es corta y pega ni consultas a la Wikipedia, aunque la información ha salido de internet y de recuerdos propios y comentarios de allegados, así que
puede estar equivocada o malinterpretada. Los que sepáis de verdad del tema tenéis toda la libertad del mundo para criticar o completar la información.

Y, de regalo, un vídeo de hace unos años de una extraña mezcla de Halloween y Oktoberfest donde lo pasamos bien.





6 comentarios:

  1. Un artículo muy interesante; por lo que cuenta y por lo que, además, puede extraerse.

    Desgraciadamente, hoy en día es habitual que se trate casi cualquier tema con un apasionamiento (por no decir fanatismo) incomprensible y absurdo, con alabanzas o descalificaciones tan rotundas como poco argumentadas, más allá de algún tópico mal entendido y peor utilizado. Y el tema de las tradiciones es muy propicio para ello.

    En el caso de Halloween, es curioso que reciba críticas por su origen foráneo cuando, como se comenta en el artículo, ese origen está más cerca de lo que creemos. Otra cosa es que ese desfile de disfraces macabros solo sea un motivo de diversión sin mucho que ver con aquello que dice celebrar, pero tampoco veo nada grave en eso. Creo diversión y tradición deberían ser perfectamente compatibles; ni la una debería ocultar la otra, ni la otra amargar la una.

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  2. Siguiendo con mi comentario anterior, diré que también son curiosas las encendidas defensas de “nuestras tradiciones” frente a estas esas otras “que nos invaden”, cuando lo que creemos tan nuestro, a poco que indaguemos, resulta ser tan “extranjero” como este Halloween que tanto irrita. Muchos pueblos han pasado por la península y dejado su cultura, mitologías, religiones, manías… ¿Cuánto de todo eso sería “netamente español”?

    Buen ejemplo (sin afán de polemizar) serían esas fiestas religiosas, tan fervorosamente celebradas, que son “herencia” de precedentes paganos mucho más antiguos. Eso aparte de las derivadas de dogmas, es decir, decisiones que unos señores (no dudo que relevantes y divinamente inspirados, pero muy terrenales) toman en religiosa comandita y convierten en algo indiscutible (como la Inmaculada Concepción, celebrada hace poco, que no se “acordó” hasta el siglo XIX).

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  3. Así pues, y ya termino el comentario, yo pregunto: si poco tiene que ver el cachondeo y los disfraces con las antiguas celebraciones del Samaín celta ¿tiene mucho que ver la Navidad, que en estas fechas celebramos con derroche, consumo y ostentación, con la esencia de la fiesta religiosa? (Por cierto, una Navidad donde ya conviven en razonable armonía abetos y papás noeles con belenes y reyes magos). Porque tampoco olvidemos todas las celebraciones cuyo origen es únicamente comercial.

    Pero conste que en absoluto pretendo descalificar ninguna de estas fiestas, todo lo contrario. Lo único que quiero decir es que sería interesante tratar de conocer un poco nuestro propio pasado antes de lanzar aventuradas (y enardecidas) afirmaciones sobre él.

    Y, sobre todo, que la gente celebre lo que quiera, sea en pública diversión o íntimo recogimiento. Que lo hagan en paz, libertad y armonía (respetando la paz, libertad y armonía de los demás, claro). Bastante complicamos el mundo para que estas cosas sean también tema discordia.

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  4. Hola Carlos.

    Gracias por dejar un comentario tan extenso. La verdad es que se merece más estar en una entrada que aquí escondido.

    Hay mucha tradiciones que parece que, si no pasan por el "filtro" norteamericano, no son aceptables y, cuando lo pasan, se las tacha de superficiales. Eso sí, se adoptan y al final resulta que son divertidas.

    Yo creo que a estas alturas, en que la Ciencia ha tirado por tierra muchas creencias milenarias, las tradiciones tienen más un carácter lúdico que otra cosa, pero si valen para unir a la gente, hacer cosas en común y pasarlo bien, pues adelante con ellas. En todas partes van a quedar costumbres de las que seguramente pocos sepan su significado original, pero que siguen siendo una excusa para salir de la rutina, y yo creo que al final eso es lo que importa.

    Se me ocurren algunos ejemplos, pero no me quiero enrollar más. Lo dicho, gracias por tu comentario.

    Un saludo.

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    1. Estoy de acuerdo en que cualquier celebración que sirva para que la gente se junte, disfrute y esté a gusto me parece bien; venga de donde venga. Sin embargo insisto en mi comentario anterior. No deberíamos dejar que la diversión oculte la tradición. Conocer nuestro pasado es conocernos a nosotros mismos. Saber de dónde venimos siempre es interesante en estos tiempos en que tenemos bastante poco claro hacia dónde vamos.

      Menos de acuerdo estoy en eso de que la ciencia “ha tirado por tierra” muchas creencias milenarias. Bueno, a lo mejor en lo que no acabo de estar de acuerdo es en la expresión. No creo que la ciencia pretenda tirar por tierra nada (al menos la ciencia que merece llamarse así). Creo que la ciencia investiga, explica, revela, en casos da opiniones fundadas…, pero ciencia y creencias o tradiciones pueden ser compatibles. De hecho yo soy de los que piensa que, con el tiempo, ciencia, filosofía y religión convergerán, más que divergir. Basta leer (por poco que sea, y a “nivel profano”, que es mi caso) algo de física cuántica para ver las puertas que se están abriendo.

      ¿Por qué si no asistimos a espectáculos de magia (o mentalismo, o ilusionismo, que ya no sabe uno cómo hay que llamarlo) sabiendo que lo que vemos es un “truco”? ¿Por qué gente “no creyente” no deja de disfrutar el ambiente especial de una iglesia o una catedral? ¿Por qué ponen velas en memoria de algo o alguien? ¿Por qué llevan flores una tumba que no conserva más que masa de restos orgánicos putrefactos (por cierto, una costumbre que, si no me equivoco, es también de origen celta)?

      El prestigioso historiador de las religiones Mircea Eliade, decía que el hombre era un ser inherentemente religioso (pensemos en un sentido amplio del término). Me imagino que habrá quien lo rechace y quien lo rebata, pero no seré yo, en mi ignorancia, el que contradiga a una persona de tal erudición. De hecho basta ver cuánto ateo o agnóstico actúa más como si sus ideas no fueran sino una religión más.

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  5. Lo de que el hombre no puede separarse de la religión parece que casi hasta la ciencia lo ha demostrado. De hecho se habla de "antena de Dios" refiriéndose, no sé bien si al lóbulo temporal derecho o al parietal. Ha habido estudios sobre cómo se comporta el cerebro en relación a las creencias religiosas y cómo reacciona cuando se estimulan esas zonas y parece que parte de la mística la traemos de serie. Por cierto, como curiosidad, en algún estudio se ha descubierto que reaccionan las mismas partes del cerebro cuando se trata el tema religioso que cuando se hace referencia a esas marcas comerciales que no voy a nombrar, pero que crean legiones de fanáticos seguidores.

    Respecto a que la ciencia "ha tirado por tierra"... sí es verdad que no es una expresión acertada. Más bien tendría que haber dicho que el avance del conocimiento hace inútiles o innecesarios ciertos ritos. Pero un rito (cuando va más allá del simple entretenimiento o la repetición mecánica que trae la costumbre) no solo tiene un supuesto carácter práctico, también tiene un efecto, digamos, placebo que puede que siga siendo útil para según qué personas.

    Está claro que en la mayoría de los humanos (y yo diría que en todos, aunque alguno lo niege) sigue habiendo esa tendencia a la duda y a la curiosidad por lo que aún no se puede explicar o comprender y, por otro lado, a mantener viva su herencia, lo que le va a llevar a seguir celebrando fechas determinadas (solsticios, equinoccios, cumpleaños, etc.) aunque con el tiempo cambien de nombre. Y también va a seguir disfrutando con un espectáculo de magia o con una historia fantástica.

    Y que la ciencia y la religión (la filosofía parece que está a medio camino entre las dos en muchos casos) convergerán es muy posible si entendemos por ciencia lo que debería representar, que es conocer cómo es nuestro entorno y nosotros mismos. El que usa la ciencia para atacar una creencia, para mí se está convirtiendo en eso que ataca. De hecho, ya ves que Carl Sagan (científico él) en Contact propone ese choque inicial entre el religioso y la científica (por suerte ninguno de los dos fanático) que acaba llevando a un intercambio de opiniones sin acusaciones ni salidas de tono.

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