Aunque en España el aire americano que ha tomado la noche del 31 de octubre es relativamente reciente, la celebración ya está muy arraigada dada la afición al cachondeo tan propia de este país. Y es curioso cómo muchos la denigran, con esa aparente inquina a todo lo que viene de Estados Unidos, mientras que, por ejemplo, la Oktoberfest alemana, que también hemos adoptado desde hace unos años, no recibe las mismas críticas.
En España, con un largo periodo de dictadura, en el que convivieron la política y la religión más rancias, seguido de los años posteriores de vuelta gradual a la normalidad, lo más agradable de esas fechas eran los buñuelos y los huesos de santo, que, para los que no los conozcáis, os diré que están hechos de una masa dulce a base de yema de huevo (aunque actualmente hay más sabores) envueltos en un rollo de mazapán (una pasta de almendras también dulce).
El resto de la celebración, por llamarlo de alguna forma, hacía un aburrido honor a su nombre, a saber, Víspera de Todos los Santos el 31 de octubre, Día de Todos los Santos el 1 de noviembre y Día de Difuntos el 2 de noviembre, que también podríamos llamar día-de-atascos-y-aglomeraciones-en-los-cementerios-mientras-el-resto-del-año-paso-de-ir-a-limpiar-la-tumba-de-mis-parientes-muertos.
Por suerte, al menos para mí, las costumbres se fueron relajando y, aunque se mantiene la tradición universal de recordar a los muertos y, dentro del ámbito religioso, se venera a los santos que no tienen un día propio, la libertad que tenemos hoy en día nos ha permitido sacar las velas, ropa negra, deambulares nocturnos, etc. de su contexto y reconvertirlos en algo más divertido.
Pero, sé que muchos ya lo sabéis porque sois muy listos y porque existe la Wikipedia, en realidad lo único que han hecho los americanos es mantener vivas tradiciones muy antiguas, que de otro modo se habrían perdido, además de darles un carácter lúdico. Tradiciones que fueron llevadas a las tierras del otro lado del Atlántico por antiguos europeos.
De hecho, sin salir de España, el vaciar calabazas y colocar una vela en el interior se viene haciendo desde mucho antes de que nos llegara la influencia americana. También se empleaban para este fin botijos y hasta, en algún caso, el cráneo de un burro.
Empezando por el principio, pero sin entrar mucho en detalles, que bastante vamos a tener solo con una mirada superficial, los pueblos celtas celebraban el Samhain, el 1 del mes de samonis o samonios, día en el que festejaban su cambio de año (el inicio de la época oscura invernal) y el final de la temporada de cosechas. Aquí entra en escena el culto a las deidades celtas de la muerte y la destrucción (Morrigan) y de la abundancia (Dagda), pero no vamos a ir tan lejos.
Los celtas |
En esa noche, la frontera entre los vivos y los muertos desaparecía, y estos últimos salían de sus tumbas para ponerse como traje el cuerpo de los que seguían en este mundo traidor y así volver a la vida.
Si no lo conseguían se dedicaban a hacer trastadas para demostrar su enfado, cosa que los de "este lado" intentaban evitar, bien dejando comida y dulces a la puerta de las casas para contentarlos, bien asustándoles con adornos tétricos, hogueras y rituales.
Los vivos también se dedicaban a ahuyentar a los demonios recorriendo el entorno vestidos con pieles de animales sacrificados (sacrificados en este caso es muertos, no abnegados) con cuyos huesos y cenizas intentaban de paso predecir el futuro.
Y llegaron los romanos, con sus cohortes, sus acueductos y sus calzadas. Ellos se acordaban también de sus muertos (aunque dicho así pueda sonar ofensivo) en una fiesta denominada Feralia. Pero, como buenos latinos, separaron el tema de los muertos del final de la cosecha, con lo que añadieron un festivo más al calendario laboral. El final de la cosecha tenía su
Feroz romano |
Como eran muy conquistadores (de territorios, de señoras supongo que también, pero no viene al caso), a la vez que muy dados a respetar e incluso adoptar las costumbres locales, a medida que extendían su imperio por Irlanda, Gales, Escocia y norte de Francia, el Samhain celta se mezcló con la Feralia y Pomona romanas, perpetuando así el recuerdo a los muertos con sus celebraciones a finales de lo que hoy es octubre.
Y de momento vamos a dejarlo aquí, con los romanos y los celtas de celebración. En la próxima entrada veremos que aún le quedaba camino a esta tradición para llegar a ser la que conocemos hoy.
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