Pero algo que sí parece haber llegado hasta a los rincones más insospechados es el invento sobre el que gira este montón de letras: la Televisión.
El 28 de octubre de 1956, tras el correspondiente periodo de pruebas, se pudo recibir por primera vez una señal televisiva en los escasos aparatos disponibles entonces. Eso sí, solo si estaban situados en un radio de 60 kilómetros en torno al chalé del Paseo de la Habana número 75 de Madrid que sirvió de primera sede a la estatal Televisión Española.
Paseo de la Habana (periodistadigital.com) |
Unos meses después, en febrero de 1959, comenzaron a funcionar en Barcelona los estudios de
Miramar, que estuvieron en activo hasta 1983, año en que TVE Cataluña trasladó su sede a Sant Cugat del Vallés.
Estudios de Miramar (rtve.es) |
Poco a poco los tejados se llenaron de antenas y la tele de programas de todo tipo.
Siempre bajo la atenta mirada de la censura ya podíamos ver al Madrid ganar Copas de Europa, al Viti dar capotazos y a Su Excelencia inaugurar pantanos sin movernos de casa.
Paulatinamente la estructura del Ente iba creciendo. Se establecieron los primeros corresponsales en el extranjero y hasta dispuso de su propia orquesta con coros y todo.
Tampoco los menores de la treintena habréis sido testigos de lo que era literalmente un bosque de metal en los tejados. Al haber tan pocas teles, cada vecino compraba a la vez el aparato y la antena, que plantaba en el tejado de su edificio. Se dice que en tiempos de Maricastaña una ardilla podía recorrer España de árbol en árbol sin tocar el suelo. Pero, antes de la llegada de las antenas colectivas (y después las parabólicas y la tele por cable), esa misma ardilla... bueno, esa no que estaría ya muerta, otra más joven, podría haber hecho el mismo viaje de antena en antena.
Y si no os lo creéis, echad un vistazo al final de este corto. Bueno, vedlo entero porque nos cuenta el nacimiento de un nuevo timo del que se habló mucho en aquella época, y que seguro que llegó a la vez que el primer aparato de televisión, dada esa tendencia natural del ser humano a buscar un provecho ilegal en todo.
Luego comenzaba la emisión propiamente dicha. En los primeros tiempos no había programas matinales e incluso se dejaba de emitir entre la programación de mediodía y la de la tarde. Solo a partir de 1986 las amas de casa, parados, bares y niños con gripe pudieron hacer uso de la tele por las mañanas. A eso de las tres llegaban las noticias, en lo que se conocía popularmente como Parte, aunque oficialmente se llamaba Telediario. A continuación la serie o la novela de después de comer, los programas de tarde para los niños y, finalmente, las pelis, concursos y series de la noche, precedidas por la Familia Telerín o el monstruo Casimiro entre otros, que mandaban a los más pequeños a la cama. Al final del día, el cierre de la emisión, que fue cambiando con el tiempo pero que presentaba la imagen, primero de don Francisco y luego del Rey, banderas, escudos y de fondo el himno nacional. Aquí el botón de muestra.
Salvo filmaciones en película, los programas de producción propia fueron en directo hasta 1963, año en que TVE dispuso por fin de magnetoscopios para grabar y emitir posteriormente.
Prado del Rey (estamosendirecto.com) |
Hasta 1965 existía un único canal, pero a partir de ese año TVE dio el salto tecnológico a la emisión en la banda de UHF, creando lo que se conocía entonces como la Segunda Cadena o, más popularmente, el Uacheefe, que comenzó las emisiones regulares en 1966, aunque con una cobertura muy limitada. No fue hasta 1982 que la Segunda pudo verse en toda España con la instalación de un último repetidor en las Islas Canarias. Lo que empezó siendo un canal con una programación escasa y conformada por emisiones ya vistas en su hermana mayor se fue especializando y adquiriendo un cariz educativo y cultural que aún hoy mantiene.
Estudios Buñuel (blogs.lainformacion.com) |
Ex-estudios Buñuel. (blogs.lainformacion.com) |
Aunque Franco, todavía muy activo en aquella época, en principio veía la televisión como una amenaza a su poder absoluto, acabó por descubrir un hecho básico en cualquier régimen político un tanto, digamos, sobreprotector, las posibilidades propagandísticas de algo tan hipnótico como un tubo de rayos catódicos. Así que, para que las hazañas del salvador de España pudieran ser disfrutadas por todos los españoles (a la vez que se les mantenía debidamente concienciados del comportamiento que se esperaba de ellos y de que todo iba bien), en la década de los 60 el gobierno adoptó una política de implantación de la cultura de la televisión entre la población. Se establecieron diversas medidas como la venta de aparatos a plazos y la desaparición del impuesto de lujo que gravaba la compra de receptores. El número de televisores en poder de familias españolas pasó, de los alrededor de 600 iniciales, a más de tres millones, aunque no parece haber cifras realmente fiables.
Aquí tenemos una muestra, un tanto delirante, del ritual que suponía entonces la entrada de una tele un casa. Se trata de un episodio de la mítica serie Historias Para No Dormir, del no menos mítico Chico Ibáñez Serrador y también aquí se muestra esa selva antenil que veíamos en el vídeo anterior.
Y ya seguiremos en otro momento, que aún queda historia.
Impresionante tanto este artículo como otros publicados en este blog que no he podido seguir tan al detalle.
ResponderEliminarEete concreto me está pareciendo no solo muy bien documentado (como siempre) sino muy emotivamente explicado, quizá porque es algo que por nuestra edad todos hemos vivido de cerca su evolución y, parece que mentira, pero la fastuosa televisión de hoy, la inabarcable y e incluso la basura que muchas veces emiten es así como empezó.
Y es que estamos en el mundo de lo inabarcable en cuanto a la densidad de información que recibimos por todos los medios y yo, personalmente, tengo la sensación de que no doy abasto con ella y que se impondría una selección o una capacidad de síntesis para la que no estamos preparados y podemos ser pasto de la manipulación...pero esto sería tema para otra entrada, para otro debate.
Me gusta el enfoque del artículo y muchos ánimos para la siguiente parte porque promete.
Por otro lado, yo vi en su momento ese episodio de "Historias para no dormir", en directo en su época. Era niño y me dejó bastante traumatizado y pensativo. Se me grabó en el subconsciente y recordaba que el personaje se llamaba Enrique y su adicción y el final... pero no los detalles; y el otro día lo comentaba con alguien pero no sabía indicarle si era una película o que era y ni si lo volvería a ver. Gracias por el documento. Me he vuelto a quedar de piedra. He pesando muchas veces en él en mi vida y en que si llevas las cosas a un extremo, todos podemos ser "Enriques".
ResponderEliminarHola Maurus. Gracias por tu comentario.
EliminarA lo mejor las entradas resultan muy largas, pero es difícil elegir qué poner y qué quitar cuando se habla de 60 años de historia de algo que nos ha acompañado a todas horas.
Es verdad que estamos sobreinformados. Según algunos es la forma de que no estemos informados en absoluto. Y lo malo es que no sabes ya de quién fiarte a la hora de recibir noticias.
Respecto a TVE, los que hemos crecido limitados a ella creo que valoramos más muchas cosas que ahora (igual que pasa con la información) nos es imposible abarcar por su abundancia. Es verdad que hubo momentos memorables (como las Historias para no Dormir, el Un, Dos, Tres y similares) que creo que va a ser difícil que se repitan. Vale que también ahora hay programas que arrasan, pero parece que tienen que basarse en la vida privada de la gente, en las desgracias personales y en las lágrimas, y todo ello presentado con gritos y mucho ruido.
Pero no me voy a poner en plan cincuentón y qué bien se vivía antes porque es algo que he odiado oír a la generación anterior y no quiero caer en lo mismo.
Lo dicho, gracias por tu comentario y estás invitado a reflexionar sobre la manipulación informativa.
Un abrazo.
Hace tiempo que deseo colaborar con algún artículo. En cuanto pueda, lo hare con vuestro permiso...
ResponderEliminarEnhorabuena por la labor de documentación, pero también por la capacidad de síntesis. Me imagino que cuando se ha presenciado en directo parte de esa historia es aún más complicado seleccionar lo que contar.
ResponderEliminarSobre el capítulo de Historias para no dormir, creo que a todos los que pertenecemos a cierta generación nos pasó lo que Maurus comenta: quedamos marcados por ese progresivo descenso a la locura del impagable Narciso Ibáñez Menta; pero también por ese final "sorpresa" tan inquietante.
También en relación con lo que Maurus comenta, sobre la posibilidad de convertirnos en “Enriques”, creo que eso ya se ve bastante actualmente. Lo que pasa es que ahora los “Enriques” gastan chepa y media sonrisa bobalicona, mientras caminan como zombis más pendientes de su móvil que del mundo que les rodea.
Fue una buena época para los relatos fantásticos. Aparte de El Televisor tenemos, que me acuerde ahora, La Cabina y (no sé si se llamaba así) Asfalto o El Asfalto o similar, donde una persona iba poco a poco hundiéndose en el asfalto de una ciudad. En media hora o tres cuartos como mucho se desarrollaba una historia con mucho más contenido que las películas actuales de dos horas donde la mitad del tiempo se pierde en regodearse con los paisajes o los efectos especiales tan chulos que se han conseguido con un ordenador.
ResponderEliminarY sí, parece que la nueva caja tonta es el teléfono móvil. El problema es que antes te hundías en el sofá y te dejabas llevar por los monigotes de la pantalla, pero ahora vas conduciendo o paseando o incluso en la bici y estás solo pendiente de la última tontá que te manda el amigo de turno, con el peligro que supone para los demás. Si es el de la sonrisa bobalicona el que se cae en una alcantarilla no hay problema, un candidato más a los premios Darwin, pero si se lleva por delante a un niño en un paso de cebra la cosa cambia.
En fin, que somos una especie que no puede vivir sin adicciones y la industria le está sacando mucho partido al tema.
Creo que las obras que citas son buenos ejemplos, no solo del fantástico, sino también de un fantástico que invita a la reflexión. Aunque las tres no sean del mismo autor, podrían componer una especie de trilogía, dado que trata temas comunes y permanentemente actuales (tal vez más según pasa el tiempo): Soledad, aislamiento, obsesiones, incomunicación, deshumanización...
ResponderEliminarLa verdad es que las series fantásticas siempre han tenido su merecido hueco en la historia de la televisión; aunque personalmente hace tiempo que no sigo ninguna, es cierto que aquella época fue buena, como suelen serlo las épocas en que la creatividad y la imaginación suplen la ausencia de medios. Las Historias para no dormir de Narciso Ibáñez Serrador, fue una de esas series que habría reivindicar constantemente. Las circunstancias de aquel momento, y las propias de este país, la hacen especialmente meritoria. Sin duda fue uno de eso pioneros que, como Rodríguez de la Fuente, Jiménez del Oso o De la Cuadra Salcedo, empezaron a construir, a base de personalidad y trabajo, la historia de la televisión en España.
Y vaya, yo aún comentando esta entrada y ya hay otra nueva.
Está esa frase tópica que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor (yo prefiero esa otra, más objetiva, de que cualquier tiempo pasado fue anterior), pero hablando de la tele española de los años 60 y 70, yo creo que habría que decir que cualquier tiempo pasado se valoraba más.
ResponderEliminarEn las entradas no he querido dar nombres de programas ni de gente de televisión porque, como digo en la última, que aún no se ha publicado, no acabaríamos nunca, pero has dado nombres clave a los que habría que añadir muchos que son desconocidos porque han estado siempre detrás de las cámaras, pero que han hecho posibles desde los decorados de Los Chiripitifláuticos hasta, no sé, la localización de escenarios para rodar La Huella del Crimen.
Para mí sigue habiendo creatividad y buenas ideas, pero están tan perdidas en medio de tantas propuestas que es muy difícil llegar a darse cuenta.
Yo tampoco sigo las series actuales, pero sí soy consciente de que, con lo aficionado que yo era de joven a ellas, si hubiera pillado entonces todo lo que hoy hay sobre superhéroes, terror, ciencia-ficción, etc. me habría quedado ciego de no parpadear delante de la tele.
Entre la producción tan enorme (no solo de series, también de cine, música, literatura...), el escaso tiempo y la piratería, que, para mal o para bien, nos pone todo a mano, yo creo que ya hemos perdido la capacidad de valorar. Consumimos tele igual que consumimos patatas fritas (que muchas veces suele ir unido), terminamos una bolsa y empezamos otra sin pararnos a pensar sobre lo que hemos visto o lo que hemos comido, simplemente queremos más.
Lo que dices de las cuestiones sociales que se trataban en muchos episodios de Historias para no dormir, por ejemplo, se siguen viendo en series modernas, incluso en las comedias dirigidas a adolescentes, pero hay que pararse después de cada episodio para ver si el autor quería ir más allá de simplemente hacer reír o llorar.
Seguramente, alguien que esté al día en el tema de televisión, y más ahora con medios como Netflix, HBO y el torrent, tendrá en mente Juego de Tronos, Breaking Bad y cosas así, pero yo estoy pensando en Lazytown, Phineas y Ferb, Hora de Aventuras, Historias Corrientes y otras series dirigidas a niños y a jóvenes. Quien las conozca porque las vean sus hijos o nietos dirá que no estoy muy centrado y quien no las conozca y se preocupe de investigar dirá lo mismo, pero para mí, escarbando un poco en el fondo de ese tipo de programas, tienen una imaginación, un trabajo, unos guiños al cine y la televisión clásicas y unas propuestas de comportamiento y reflejos de la sociedad que equilibran un poco tanta basura, tanto cotilleo y tanto valorar al que no sabe leer ni escribir, pero que queda muy aparente en los programas de después de comer porque grita e insulta.
Claro que, no habiendo pasado del BUP y no teniendo una gran cultura (aclaro que se llama cultura a saber quién pintó a las Meninas, no a saber cómo se calcula el área de un triángulo, y, por cierto, también es de tontos dejarse pintar con lo mal que se quita luego la pintura) habrá que saber entender y disculpar mis gustos en cuanto a televisión moderna.
Yo creo que se ven retratos más fieles y certeros de la sociedad actual en Los Simpson o Futurama que en cualquiera de esas tertulias de expertos analistas que saturan radio y televisión. Una de las más lúcidas reflexiones sobre el racismo (extensible a cualquier otro campo similar) que yo haya visto fue en un capítulo de South Park.
EliminarPor otra parte, con las universidades actuales convertidas (en muchos, o muchísimos, casos, no generalicemos) en aparcamientos de desocupados, está claro que los títulos no garantizan la cultura ni la educación. Se puede salir de una universidad con tu título bien puesto y seguir siendo analfabeto.
Siempre he dicho que si un extraterrestre quisiera saber cómo es la sociedad en la que vivimos les daría la serie de Los Simpson y les dejaría a su aire.
ResponderEliminarRespecto al episodio de South Park, lo he encontrado aquí: http://totalsouthpark.blogspot.com.es/2015/10/south-park-04x08-chef-se-vuelve-loco.html y sí es verdad que da para pensar.