22 de octubre de 2017

Visitantes de dormitorio


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Se acerca Halloween y vamos a celebrarlo con una noche de hoguera virtual. Esa hoguera, bien en mitad del campo, bien en una antigua casa de pueblo, junto a la que, sin otra luz que la del propio fuego, alguien se lanza a contar historias de miedo. No siempre cuentos o leyendas imaginarios. También hay cabida para esos relatos que empiezan con "¿sabéis lo que le pasó la otra noche a fulanito?".

Así que, encendemos nuestra hoguera electrónica, ponemos unas patatas a asar, sacamos las cervezas y los refrescos y hablamos de los visitantes de dormitorio.

Aún a riesgo de generalizar demasiado, se podría decir que cualquier ser vivo del reino animal tiene en muy alta estima su refugio, ya sea una cueva, una choza, un piso o un palacio. En las sociedades con una vida, digamos, fácil, entrar en casa y cerrar la puerta nos permite acceder a un mundo en el que, hipotéticamente, estamos a salvo de los peligros de nuestro entorno.


Y esta sensación se refuerza en la cama.  Tapados hasta las orejas, las sábanas y las mantas se convierten en imaginario campo de fuerza infranqueable.

De ahí la inquietud, por no decir terror, que produce el hecho de abrir los ojos en mitad de la noche y, más que ver, adivinar la presencia de una figura estática a los pies de nuestra cama que nos observa fijamente.

Queremos gritar o, si se es mínimamente decidido, hablar a ese visitante. Levantarnos, taparnos la cabeza para que la protección sea completa, pero no podemos. Nuestro cuerpo está completamente paralizado durante la visita, hasta el punto de que incluso nos cuesta respirar. Poco después el intruso desaparece, vuelve la calma y recobramos el control de nuestras extremidades, cuerdas vocales y demás actividades corporales.

Seguramente esta situación se haya dado desde que el ser humano existe, pero no podemos ir más allá de los relatos y explicaciones que han quedado escritos, aunque quién sabe si, mirando con otros ojos ciertas pinturas rupestres, no se adivinará el registro de una de estas visitas hace decenas de miles de años.

No es estrictamente una visita de dormitorio, pero vamos a empezar  con el escritor y científico romano Plinio el Joven, que vivió entre el año 61 y el 112 de nuestra era, y que nos relata la historia del filósofo griego Atenodoro, activista político y mentor del emperador romano César Augusto.

Según cuenta Plinio el Joven, Atenodoro alquiló una casa en Atenas llevado por la curiosidad del bajo precio de la renta, motivado porque en la vivienda habitaba un fantasma.

Durante la noche, y mientras el filósofo trabajaba en uno de sus libros, comenzó a oír ruido de arrastrar de cadenas al más puro estilo fantasmil. Ante él se presentó una figura que le hizo señas para que la siguiera.

Inicialmente Atenodoro ignoró al aparecido pero, ante la insistencia de este, finalmente se levantó y fue tras la figura translúcida hasta un patio de la vivienda, momento en el que el fantasma desapareció. El griego marcó el lugar de la desaparición y al día siguiente hizo cavar en el sitio señalado, donde fueron encontrados huesos humanos junto a unos grilletes.

Tras recuperar los restos y enterrarlos de la manera apropiada el fantasma dejó de aparecer.

La Pesadilla (Füssli 1781)
Ya en la Edad Media encontramos lo que sí serían visitantes de dormitorio como tal. En esa época, marcada por la superstición y el fanatismo religioso, dichos visitantes no podían ser otra cosa que demonios.

Íncubos y súcubos (demonios masculinos y femeninos respectivamente) turbaban el sueño de los humanos con fines sexuales.

En el caso de los íncubos, se los representaba en ocasiones sobre el pecho de la mujer mientras esta yacía en la cama, en clara alusión a esa inmovilidad y dificultad para respirar que antes veíamos.

Un ejemplo de íncubo nos los mostró Roman Polanski en Rosemary's baby (La semilla del diablo), con ese diablo a que hace referencia el título español personándose en la habitación de la protagonista para engendrar con ella satánica descendencia.
Un íncubo bastante explícito.

Por su parte el súcubo (demonio femenino) es más sutil y se presenta sobre todo dentro de los sueños de los varones aunque con similares efectos físicos e intenciones que sus equivalentes masculinos. Lo podríamos considerar un caso particular de lo que antaño se conocía como lagartona.

Pero los avances científicos y el paulatino arrinconamiento de las creencias religiosas y la superstición dieron al traste con la explicación demoníaca de los visitantes de dormitorio. Había que buscar un nuevo origen sobrenatural al fenómeno.

Estamos a mediados del siglo XX. En 1947 se comenzó a hablar oficialmente de platillos volantes a raíz del avistamiento, por parte del piloto Kenneth Arnold, de varios objetos volantes inidentificables por él sobre el Monte Rainier, en Washington. Aunque los visitantes del espacio eran ya protagonistas clásicos de esa historia popular nacida de leyendas y rumores, a partir de ese avistamiento se desencadenó la fiebre por las incursiones alienígenas en nuestro planeta, con el refuerzo del supuesto accidente de un platillo volante poco tiempo después en Roswell, Nuevo México.
Un temible gris nos acecha.
(Modelado original de Carlos Martínez)

Desde entonces los visitantes nocturnos pasaron de ser demonios a extraterrestres de pequeños cuerpos y enormes cabezas con grandes ojos negros. En lo que podríamos llamar "taxonomía alienígena", estos seres, conocidos como grises, son los malos de la película, en contraposición a los de aspecto norte-europeo pálidos y rubios, que serían los buenos. Los grises se dedican a raptar a seres humanos con el fin de estudiarlos en sus mesas de quirófano con inexplicables y desagradables instrumentos además de implantarles pequeños dispositivos en el cuerpo para el futuro seguimiento.

Estos visitantes también pueden presentarse por la noche en la propia habitación del sujeto a estudiar para, mediante técnicas de levitación, trasladarlo a la nave espacial, donde le someterán a todo tipo de pruebas. Una vez acabado el examen lo devolverán por el mismo método levitatorio a su cama. Al despertar, la víctima no tiene conciencia de su aventura. Solo los sueños recurrentes y la pertinente regresión hipnótica devolverán la memoria de la experiencia al desafortunado conejillo de indias.
La única foto conocida de una abducción extraterrestre.

Nótese la elaborada técnica de levitación manual para desplazar el cuerpo y lo encuadradita que está la imagen a pesar de haber sido tomada en circunstancias críticas. (www.reymisterios.com)


Y, como explicación de fondo recurrente para los visitantes de dormitorio, tenemos el fantasma del familiar que vuelve de noche a cuidar de nosotros o a comunicarnos que está a gusto en su nuevo estado.

Esa depresión que notamos en una zona del colchón, como si alguien se hubiera sentado a nuestro lado.  Una leve caricia en el rostro o en el pelo (el que lo tenga). Susurros. Presencias junto a nuestra cama de seres generalmente difuminados por la parte inferior, con rasgos desconocidos y que, casualmente, relacionamos un tiempo después con familiares que no hemos llegado a conocer directamente, pero que descubrimos en esa foto antigua donde aparecen nuestros padres de jóvenes acompañados por otras personas. Todo ello ha dado pie a infinidad de historias aterradoras.

Nosferatu. 1922
También los vampiros son susceptibles de convertirse en visitantes de dormitorio si previamente se les ha invitado a entrar en casa. A partir de ese momento se pueden volver verdaderamente insoportables e inoportunos, convirtiéndose en improvisados íncubos que perturban el sueño de inocentes damas, generalmente vestidas de blanco y perfectamente maquilladas y peinadas a pesar de llevar horas en la cama. O al menos eso nos cuenta Hollywood.

Hoy en día disponemos de una nueva fuente de relatos sobre visitas nocturnas, los aparatos para vigilar bebés. Primero los que consistían en un radiotransmisor a través del que escuchar los llantos del bebé en la cuna, pero que también emitían sonidos imposibles que hacían correr a los padres a la habitación del niño. Ahora los que cuentan con una pantalla en la que, en ocasiones, se perciben sombras y extrañas formaciones que deambulan por el cuarto del bebé y se acercan a la cuna con curiosidad. Sin entrar a opinar sobre el fenómeno, se han llegado a dar casos de abandono apresurado de la vivienda a altas horas de la noche por el terror de la familia a lo que se oía o veía a través del aparatito de marras.

La parálisis del sueño (atonía del cuerpo que se mantiene hasta unos instantes después de
Los fantasmas visitan a la protagonista de
La maldición (Ju-on 2003)
despertar) las alucinaciones hipnagógicas, que se producen cuando estamos entrando en el reino de Morfeo pero aún no hemos perdido totalmente la consciencia, y las hipnopómpicas, que no es que tengamos el culo hipnotizado, sino que son visiones que se dan en el momento de despertar, sobre todo si estamos en mitad de un sueño, explican esas visitas que nos inquietan durante la noche.

Por su parte, los fallos técnicos e interferencias radioeléctricas pueden justificar el extraño comportamiento de los aparatos de vigilancia de bebés.

Pero siempre nos quedará la duda.

Tal y como sucede en Halloween, cuando por un momento desaparece la barrera que separa nuestro mundo del de los muertos, ¿no habrá un resquicio que se abra a esa otra existencia justo cuando nos encontramos en la frontera de ese universo paralelo que es el sueño?

Y ha llegado el momento de acostarse. Apagamos la hoguera y, con una vela o una linterna en la mano, nos vamos cada uno a nuestra habitación o a nuestra tienda de campaña intentando escuchar la oscuridad y deseando no iluminar nada que nos haga pasar una noche en blanco.

Feliz Halloween.


6 comentarios:

  1. Interesante artículo. En primer lugar, como cualquier tema de «aparecidos», es curioso, desde un punto de vista sociológico, reparar en la evolución de sus interpretaciones. Pero, independientemente, creo que los visitantes de dormitorio son de lo más terrorífico que se mueve por esos mundos de lo raro y lo misterioso. No solo supone la invasión del lugar más seguro, personal e íntimo, como es el propio hogar, y aún más, el propio dormitorio. Además ocurre durante uno de los momentos en los que la persona es más vulnerable (otro sería cuando se está sentadito en el váter, pero no sé si existen casos de visitantes de esta otra importantísima zona de la casa).
    Cierto que explicaciones hay muchas, y cierto que la inmensísima mayoría, si no todas, serán cuestiones del cerebro, que eso sí que es un misterio (y más aún algunos muy concretos). Pero, aun así, no creo que eso consuele mucho llegado el caso. De hecho hace tiempo yo tuve un testimonio directo de alguien afectado por una de estas experiencias (una persona absolutamente normal y seria). La persona afectada me contó con todo lujo de detalles las reiteradas visitas a su habitación de una mujer anciana durante una larga temporada. Cierto que todo ocurrió durante una etapa de crisis, que suele ser uno de los detonantes de este tipo de situaciones, pero, lo que decía antes, oído contar así, de alguien cercano y en primera persona, pues que por muy pragmático que intente ser uno no se imagina intentando razonar con una de estas visitas.

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  2. Gracias por tu comentario, Carlos.

    Dándole vueltas a lo de los visitantes de váter, podría ser un remedio para casos agudos de estreñimiento.

    Cuando vemos en la tele o leemos sobre este tipo de situaciones (las de dormitorio, quiero decir) parece que tendemos a tomarlas como una anécdota, pero cuando nos las cuenta directamente el testigo la cosa cambia. Entonces sí nos paramos a pensar qué puede haber detrás de ello.

    ¿Un momento de crisis lleva al cerebro a actuar de una forma extraña o lo hace más sensible a situaciones que en circunstancias normales no son accesibles por los sentidos?

    Como se dice en el ámbito de la sicología, la emoción decide y la razón justifica. Las partes más inconscientes del cerebro generan circunstancias que luego intentamos asimilar y encajar en lo racional con la parte consciente. Pero habría que saber si esas circunstancias son solo internas o hay estímulos externos que las provocan.

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  3. Interesante e inquietante artículo. En principio no suelo creer en este tipo de cosas porque nunca me han ocurrido y no les veo lógica ni razón, pero respeto no obstante ese halo de misterio y esa inquietud por lo desconocido y no estoy cerrado a que pudiera haber algo más allá de nuestra realidad y que nuestros sentidos solo pudieran captar en situaciones excepcionales, aunque más bien pudiera parecer y me inclino a pensar que sean creaciones del cerebro ante determinadas circunstancias internas que vivimos.

    Como comenta Carlos, cuando alguien de nuestra entera confianza te lo cuenta te da mucho que pensar. Normalmente yo resuelvo que esas personas están diciendo la verdad y eso es lo que han sentido; la cuestión es la causa subjetiva que les ha hecho sentir eso ...

    En fin, es un misterio, Pero es que el propio cerebro y sus interminables conexiones y su mundo interno llo es también mucho...

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    1. Gracias por tu comentario Maurus. Poco más hay que decir. A mí no me gusta la expresión "creer en", pero se entiende.

      Algún científico dijo hace unos siglos que era imposible que del cielo cayeran piedras porque en el cielo no hay piedras. Tampoco una máquina más pesada que el aire podría volar ni se podrían superar los 75 km/h de velocidad en un tren porque eso mataría a las personas que fueran dentro.

      Con el tiempo y paso a paso se van aclarando los conceptos de nuestro entorno y en estos casos de fenómenos "misteriosos" irá pasando igual. Se filtrará todo lo que sea fraude y superstición y se acabará llegando a conclusiones fiables en el resto.

      Pero, como en este blog no estamos para dar lecciones (entre otras cosas porque no sabemos), nos quedaremos con el aspecto divertido de todo aquello que vaya más allá de la realidad.

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  4. Lo que no entendemos no significa que no sea real , solo que no sabemos explicarlo , ha ocurrido en todos los tiempos

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  5. Alguien dijo a principios del siglo XX que la Ciencia ya había explicado todo y no podía ir más lejos y al poco tiempo se empezó a hablar de física cuántica. Algún otro (supongo que medio en broma) comentó que si la Ciencia no lo podía explicar no existía.

    En cambio San Agustín, que, como santo se le debería suponer más cerrado de mollera, dijo que los milagros no van en contra de la Naturaleza sino de lo que el Hombre sabe de ella.

    Así que, como bien dices, Unknown, una cosa puede ser real y estar en el cajón de lo pendiente de explicar. Solo hace falta gente sin prejuicios dispuesta a dedicarle tiempo y conocimiento.

    Gracias por tu comentario y por dedicar tiempo a echar un ojo al blog.

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