Hoy vemos reposiciones de alguno de sus programas y no sentimos la mínima turbación. No somos conscientes, cuando ya es muy difícil escandalizar al espectador, de lo atrevido y valiente de su contenido, producido en una época en que todo era pecado o delito.
Por poner un ejemplo, su Historia de la frivolidad, que se iba a titular Historia de la censura pero a los censores no les pareció bien, y que ganó varios premios internacionales, fue emitido en TVE en 1967 fuera del horario de programación. Es decir, terminó la programación (entonces la tele no emitía las 24 horas), apareció la despedida habitual hasta el día siguiente y, solo después, se pudo ver el programa. Y se hizo así por obligación. Televisión Española sí apostó por este argumento de Ibáñez Serrador y Jaime de Armiñán con vistas a darse a conocer internacionalmente, pero la censura, siempre velando por la integridad de la moral, no lo consideró apto para los castos ojos españoles. Sin embargo una de las normas para participar en el Festival de Televisión de Montecarlo era que el programa a concurso debería haber sido emitido con anterioridad, así que se llegó a ese término medio de emitirlo, sí, pero no.