18 de agosto de 2019

Armstrong no fue el primero

nasa.gov
Mientras escribimos esto se celebra el quincuagésimo aniversario de la llegada del ser humano a la Luna.

El 21 de julio de 1969, tras diez años de desarrollo, el proyecto Apolo llegó a su apogeo cuando el astronauta Neil Armstrong, a la vez que pronunciaba la famosa frase "un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad", saltaba desde la escalerilla del módulo lunar a la superficie de nuestro satélite. Esa bola blanca suspendida en el cielo que había aterrado y maravillado a partes iguales dejaba de ser algo sobrenatural para convertirse en el primer destino extraterrestre de los habitantes de nuestro planeta.

Un cohete Saturno V, con más de 100 metros de altura y 3000 toneladas de peso, despegó el 16 de julio de ese mismo año, desde el Centro Espacial Kennedy en cabo Cañaveral, a las afueras de Houston (Texas). Era el único vehículo capaz de escapar de la atracción terrestre junto con su valiosa carga, los tres primeros humanos que pisarían la Luna y un ingenioso modelo de nave espacial compuesto por un módulo de mando, formado a su vez por dos partes, el Columbia, y otro de alunizaje y despegue, el Eagle.


Misiones anteriores ya habían realizado ese mismo viaje, incluso habían orbitado la Luna para preparar el gran momento. Posarse en su superficie fue el cometido de la misión Apolo 11.
Pero, como esta historia se puede leer y ver de mil formas gracias a internet, lo que vamos a hacer aquí es repasar muy por encima cómo la Luna ha sido tratada en el cine, televisión, literatura, etc. y quiénes, con la imaginación, ya habían realizado ese mismo viaje mucho antes y utilizando los medios propios de cada época, inverosímiles pero rebosantes de ingenio.

Empezamos muy atrás. El sirio Luciano de Samosata, que vivió allá por el siglo II d. C., entre otros escritos nos legó su Historia verdadera o Relatos verídicos, en cuyo Libro I dejó reflejado un viaje a nuestro satélite a bordo de un barco impulsado por una descomunal tromba de agua. Allí conoció a sus habitantes y su forma de vida, todo lo cual narró en esta obra, que él mismo describía como producto de su imaginación, lo que supone un precedente de lo que más tarde sería la ciencia ficción.

El autor, afamado humorista de su época, empleó el argumento de la aventura lunar y sus descubrimientos durante la misma como crítica hacia los libros de viajes contemporáneos, poco rigurosos y en ocasiones plagados de fantasías.

Mucho más tarde, en el siglo XVII, Cyrano de Bergerac imaginó la vida en la Luna en su obra póstuma (póstuma debido a la censura por parte de la Iglesia) El otro mundo, los estados e imperios de la Luna, los estados e imperios del Sol.

También en esta ocasión el recorrido por la Luna sirvió a Cyrano para reflexionar sobre el comportamiento y desarrollo intelectual de la sociedad que le tocó vivir, todo ello a través de los ojos del protagonista de su obra.

En el siglo XVIII, Rudolf Erich Raspe relató Las aventuras del barón de Munchausen, una de las cuales transcurre en la Luna, donde también entablaba amistad con los extraños selenitas.

El personaje de Munchausen está basado en un verdadero barón de Münchhausen, que vivió en lo que hoy conocemos como Alemania en la segunda mitad del siglo XVIII y cuya desbordante imaginación pretendió hacer pasar por reales proezas y situaciones extraordinarias, hasta el punto de que los entusiasmados seguidores de sus escritos se dedicaron a ampliar el repertorio de hazañas, llegando a hacer imposible distinguir realidad de ficción.

Unos cien años después de las proezas de Munchausen, en 1865, Jules Verne (Julio Verne para nosotros) publicó por entregas su obra De la Tierra a la Luna, que posteriormente completaría con Alrededor de la Luna.

En la primera parte un grupo de exploradores planea un viaje a la Luna. Con este fin se construye un gigantesco cañón para, literalmente, disparar la nave en la que se desplazarán, que no es otra cosa que un enorme proyectil hueco debidamente acondicionado como vehículo espacial. La misión concluye con éxito y los exploradores alcanzan la Luna, pero un error de cálculo los deja en órbita en torno a ella, comprometida situación que pone fin a la novela.

La segunda parte de la historia, Alrededor de la Luna,  nos relata el tiempo que los viajeros espaciales permanecen como satélite artificial del nuestro. Con una acertada mezcla de Ciencia e imaginación, tan habituales en la obra de Verne, consigue entretener al lector con las conversaciones y reflexiones de los protagonistas en base a sus observaciones de la superficie lunar y alrededores, hasta que, por fin, ingenian una forma de volver a la Tierra.

Por supuesto no faltan las elucubraciones sobre la vida selenita, pues, como ya hemos visto, el que la Luna alberga vida superior es algo ampliamente aceptado en la literatura fantástica. Es más, si recurrimos a fuentes conspiranoicas, incluso hoy puede estar habitada por seres de otros sistemas solares que la utilizan como base y como punto de observación de la Tierra.

Incluso existen teorías delirantes sobre que el propio planeta es una nave gigantesca. Por mucho que avance la Ciencia, la imaginación (por suerte) sigue dejando una puerta abierta a esos mundos paralelos o alternativos de que tanto hablamos en este blog. Lo malo es cuando esa imaginación se entremezcla con la realidad dando lugar a confusiones y falsas creencias muy difíciles de erradicar.

Para terminar con el apartado de la literatura no podemos olvidar 2001: una odisea espacial, de Arthur C. Clarke. Aunque el viaje que se relata es a Júpiter, la Luna, ya colonizada, tiene su momento de protagonismo a causa de un importante hallazgo arqueológico en su superficie.

Una relación más detallada de textos que tienen a la Luna como protagonista o, al menos, como parte de la obra la podéis encontrar aquí.

Del papel lleno de letras pasamos al papel lleno de dibujos y recordamos a Tintín, al que su autor, el belga Hergé, también llevó hasta la Luna acompañado de sus inseparables compañeros: el perro Milú (con un pequeño traje de astronauta adaptado a su condición canina) el capitán Haddock, Hernández y Fernández y el profesor Tornasol.

 Como ya hiciera Verne, Hergé dividió la épica aventura en dos partes, Objetivo la Luna y Aterrizaje en la Luna.

La extensa documentación que el autor fue recopilando dio lugar a un viaje muy realista desde el punto de vista de la Física a pesar de que la obra se publicó en la primera mitad de la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando un viaje de este tipo era poco menos que ciencia ficción.

Incluso los viajeros hacen un descubrimiento que se ha podido confirmar hace algunos años: la existencia de agua congelada bajo la superficie lunar.

La tele y el cine, por su parte y como era de esperar, también han encontrado en la Luna un filón de ideas, aunque pocas originales. Por citar una que sí lo es, tenemos la serie Espacio 1999, creada a principios de los años setenta del siglo XX por los británicos Gerry y Silvia Anderson, famosos por su maestría con las marionetas y las miniaturas, que ya habían demostrado en El capitán Marte, Stingray o Thunderbirds.

Si decimos que en Espacio 1999 se narran las aventuras de un grupo de viajeros espaciales no parece que se aporte nada nuevo, pero la cosa cambia si aclaramos que los viajeros espaciales son los habitantes de una colonia lunar y la nave en la que viajan es la propia Luna, que ha sido impulsada fuera de su órbita por una fuerte explosión.

En el apartado técnico, haciendo gala de su pericia como maquetistas, el realismo de las tomas en la superficie lunar es impresionante, como lo fueron también los de otra de sus series algo posterior, UFO, que contaba las peripecias de una organización gubernamental secreta encargada de rechazar los ataques de furibundos extraterrestres, para lo cual disponían de diferentes bases de operaciones, una de ellas, por supuesto, en la Luna.

En cuanto al cine, nuestro satélite comenzó siendo objeto de visitas casi desde el nacimiento del séptimo arte. George Méliès, uno de los primeros magos de los efectos especiales junto al español Segundo de Chomón, realizó su propia versión de la aventura lunar escrita por Julio Verne. El cineasta plasmó en imágenes el viaje completo de los exploradores en lo que sería el equivalente a una superproducción actual.

Pero mejor que contarlo es poder verlo directamente.


El miembro de Monty Python Terry Gilliam llevó a la gran pantalla las aventuras del barón de Munchausen, incluido su viaje a la Luna, gobernada por una gigantesca cabeza flotante a la que dio vida Robin Williams.

2001 también tuvo su reflejo cinematográfico, pero de una forma poco convencional, pues la novela de Arthur C. Clarke se publicó después del estreno de la obra maestra de Stanley Kubrick.

Ambos colaboraron en el proyecto cinematográfico, que tomaba como base una obra anterior de Clarke, y el autor aprovechó para ampliar en la versión escrita el argumento de la película, por lo que película y novela, aunque relaten la misma historia, difieren en cuanto a contenido.


Pero, antes que Kubrick, España ya había puesto humanos en la Luna, concretamente a Los Chiripitifláuticos, como demuestran las imágenes rescatadas por ese arqueólogo incansable de la historia de la televisión que es el administrador de la cuenta de Youtube Elmer600.


Kubrick también es el centro de la teoría conspiranoica que niega el éxito de la misión Apolo 11 y, según la cual, el director recibió el encargo de filmar las escenas del aterrizaje en un estudio de cine.

Esta teoría, aunque algo modificada, tiene su propio falso documental, Operación Luna, estrenado en 2002, en el que conocidas personalidades de la política y la ciencia americanas, incluido el propio astronauta Aldrin, "revelan" cómo, a pesar de haber completado el alunizaje con éxito, la misión no fue tan épica como era de esperar, por lo que se rodó un falso aterrizaje más del gusto americano.


Las aventuras de Tintín en la Luna se vieron igualmente llevadas al cine, en este caso de animación, dentro de la colección de películas basadas en las andanzas del audaz reportero.


Youtube. Tintin El Periodista



Youtube. Tintin El Periodista


The dish, una película australiana de temática costumbrista del año 2000, muy en la línea de El inglés que subió una colina pero bajó una montaña o El turista accidental, nos sitúa en un pequeño pueblo australiano cerca del que se encuentra el observatorio espacial que se encargará, en la ficción, de recibir las transmisiones de los astronautas del Apolo 11 en el momento del alunizaje y de reenviarlas a Cabo Cañaveral.

Realmente el momento de la transmisión es una excusa para mostrarnos la vida diaria del pueblo en cuestión vista por los ojos de un científico americano que se desplaza hasta el observatorio para dirigir la misión. Un relato lleno de momentos divertidos y con un final totalmente inesperado. Una película muy recomendable.

Recientemente ha visto la luz un documental centrado en el viaje del Apolo 11 que nos muestra la misión completa intercalando secuencias de la base de seguimiento en la Tierra y de las evoluciones de los astronautas. Gracias a él, entre otras cosas, podemos poner cara y nombre a todas esas voces que siempre oímos de fondo mientras vemos a los astronautas de paseo por la Luna.


En 2018 se estrenó también First man, en este caso no se trataba de un documental, sino de la conversión en película de la biografía del Neil Armstrong de igual título escrita por James R. Hansen. En ella se nos presenta la vida del astronauta desde unos años antes de su histórico viaje.


Y un par de años antes, en 2016, la gran pantalla nos mostró unos entresijos de la NASA que hoy serían intolerables, pero que en los años del programa Apolo y su antecesor, el programa Mercury, se asumían como algo cotidiano. Figuras ocultas convertía en imágenes el libro en el que Margot Lee Shetterly recogió parte de la vida de cuatro matemáticas negras americanas empleadas de la agencia espacial estadounidense.

Ellas fueron las encargadas de calcular la trayectoria del vuelo de Alan Shepard (primer estadounidense en orbitar la Tierra) y del Apolo 11. También abrieron el camino hacia la informática cuando la NASA recibió sus primeros ordenadores y, paralelamente, rompieron las barreras que separaban ese submundo de trabajo femenino anónimo y poco valorado y el de la élite masculina que asistía a reuniones de alto nivel y aparecía en televisión.


Vamos a volver por un momento al mundo real para dedicar un recuerdo a uno de los participantes en esta histórica misión, personaje que nos toca muy de cerca a los españoles y que a principios de agosto de 2019 ha emprendido su propio viaje espacial tras noventa años en nuestro mundo.

Se trata de Luis Ruiz de Gopegui, el físico al cargo de la estación de Fresnedillas, parte del Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de la NASA en Robledo de Chavela, a escasos kilómetros de Madrid.

Como el seguimiento de las misiones espaciales ha de ser continuo y la Tierra tiene desde siempre la costumbre de dar vueltas sobre sí misma, se hace imprescindible situar estaciones de comunicación en diferentes puntos del planeta, de manera que, cuando una pierda la señal de radio, sea la que se encuentre en la posición más apropiada la que la recupere. Y es por ello que, además de las puntos de seguimiento situados en Estados Unidos, existen otros dos, uno en Australia y otro en España.

Y fue en este último donde se estableció en realidad ese primer contacto que se cuenta en The dish, aunque no con los contratiempos que nos narraba la película. Luis Ruiz de Gopegui permaneció como director de la estación durante 25 años y fue uno más en el ejército de técnicos que hicieron posible, no solo el viaje, sino que el resto de la humanidad pudiera seguirlo por televisión y radio en directo.

Si tenéis interés en conocer el funcionamiento del sistema del que forman parte las instalaciones de Robledo de Chavela podéis echar un ojo a este vídeo de la NASA en el que, por suerte para los que no nos manejamos con otras lenguas, se pueden activar subtítulos en español.


La estación de Fresnedillas ya participó como actriz secundaria en una divertida película de 1970, rebosante de imaginación y repleta de rostros conocidos, dirigida por Javier Aguirre: El astronauta., en la que un emprendedor y decidido Tony Leblanc crea la agencia espacial SANA para alcanzar la Luna utilizando medios mucho más modestos que los americanos y supliendo las carencias con esa confianza y ese ingenio que surgen del "eso lo hago yo en dos patadas".


Youtube. Madrid - Apollo Tracking Station

Seguro que cualquiera podría aportar mucho más a esta recopilación, pero vamos a ir terminando con un repaso a la música, que también ha tenido a la Luna como fuente de inspiración. Para no hacer esto más largo simplemente hemos enlazado algunos vídeos con temas que nos han venido a la memoria, así que, sin más explicaciones, ahí van. Mientras tanto vamos a empezar a preparar una entrada sobre otro viaje de hace 500 años que nada tuvo que envidiar a este y que, en muchos aspectos, resultó mucho más productivo y memorable: la vuelta al mundo de la expedición comandada por el portugués Fernando de Magallanes.

De momento voy a ver si me afeito, que hoy hay luna llena y parece que me está creciendo demasiado pelo.

 







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