31 de diciembre de 2017

RNE cumple 80 años. Y III

Una red de emisoras de radio pública tiene su lado bueno y su lado malo. Dejaremos de lado el malo (manipulación de los gobiernos, dispendios, etc.) y nos centraremos en el positivo, con esos  buenos profesionales que crean infinidad de posibilidades de entretenimiento, conocimiento e información sin la presión provocada por los niveles de audiencia, punto clave en las emisoras comerciales que dependen de la publicidad.

Esto no quiere decir que RNE no mantenga la vista puesta en la captación y el mantenimiento de oyentes, pero más en base a la calidad que a la inmediatez y al sensacionalismo. Por ello se puede permitir, por ejemplo, la emisión de un programa cultural a media tarde, cuando la franja habitual de este tipo de espacios suele ser después del programa de fútbol de medianoche y antes de las primeras noticias de la mañana.


Como nota negativa, según se puede leer en algunos textos publicados en internet, esa pátina de cultura y servicio público recubre a veces ciertos casos de plagio que, aunque posiblemente de poca trascendencia, sí afean, más que a la empresa radiofónica como tal, a los responsables de los programas donde se producen. Pero no vamos a entrar en este tema y que cada cual decida.

Muchos han sido los nombres conocidos que han pasado en algún momento por RNE. Por citar solo alguno de ellos, Jesús Hermida y José Luis Balbín formaron parte de la rueda de corresponsales de los informativos, Luis del Olmo inició aquí su andadura con Protagonistas, Miguel Blanco con su Espacio en blanco lleva años mostrándonos otros mundos a través de las frecuencias de la emisora pública, el fallecido Fernando Argenta, hijo del pianista y director Ataúlfo Argenta, se dedicó a hacer accesible la música clásica, no solo a través de la radio con su Clásicos populares, sino también en TVE con el antes citado El conciertazo. Xavier Sardà fue locutor y también directivo de RNE, donde nació su álter ego el señor Casamajor en La bisagra.

Y, como no, el irrepetible cordobés Matías Prats.

Aunque no iba para locutor acabó siéndolo tras unas pruebas en Radio Nacional de Málaga.  Desde entonces, siempre con su voz, entonación y retórica inconfundibles, su estrecho bigote y gafas oscuras (que se puso y ya no se quitó cuando una bala rebotada le daño el párpado izquierdo durante la Guerra Civil), plazas de toros y campos de fútbol se convirtieron en sus principales centros de trabajo, aunque su voz se pudo escuchar en infinidad de programas, como el noticiario oficial español, NO-DO, del que llegó a ser director durante varios años.

Matías Prats (elpais.con)
La lista completa de profesionales reconocidos de RNE sería interminable, entre otras cosas porque en la actualidad siguen apareciendo nuevos nombres que, seguramente, con el tiempo pasarán también a formar parte de la historia de la radio.

Y, aunque no se dejen oír, el trabajo delante del micro es posible gracias al auxilio del resto de trabajadores de Radio Nacional, que también merece su reconocimiento.


Por desgracia, la ley de Incompatibilidades de 1984 (que regulaba el desempeño de trabajos en la Administración simultáneos con el sector privado) hizo que una parte de estos grandes profesionales abandonara la radio pública en pos de la privada.

En cuanto a aspectos característicos de la programación de RNE, a pesar de las desavenencias entre algunos sectores eclesiásticos y el gobierno en los últimos años de la dictadura franquista, en términos generales la Iglesia Católica tuvo mucho peso en las decisiones y actividades oficiales, lo que se reflejó en la programación de radio y televisión de la época, tanto en lo que se refiere a contenidos como en lo tocante a censura, hasta el punto de que las competencias de prensa y propaganda se delegaron de manera indirecta, a través del Ministerio de Educación Popular, en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, poderosa organización laica, pero de profunda raigambre religiosa.

Así, parte del tiempo de Radio Nacional se destinó, no solo a la retransmisión de misas y celebraciones, sino también a programas de reflexión y adoctrinamiento. Y aquí entró en escena el padre Venancio Marcos, sacerdote de tendencias marcadamente falangistas que dedicó su vida activa a la divulgación de la religión a través de la radio y de medios escritos. Su programa Charlas de orientación religiosa tuvo un gran éxito, primero en la Cadena SER y, entre 1952 y 1953, también en Radio Nacional, hasta el punto de que el contenido llegó a ser publicado en papel e incluso se le concedió el premio Ondas en 1958 por su labor.

Seguramente casi todos los aficionados a la radio que ronden el medio siglo, bien por arriba, bien por abajo, recordarán otro espacio religioso unido de manera inseparable a Radio Nacional, la Hora del Ángelus.

A las doce del mediodía, tras la señal horaria, una voz muy seria nos anunciaba: "son las doce, es la hora del Ángelus" (o algo parecido), lo que daba paso a esa corta oración diaria con un fondo de música de violines.

La inercia católica de la emisora mantuvo ese programa hasta 1981, cuando, siendo Eduardo Sotillos su director, se suprimió, lo que supuso al periodista críticas furibundas, acusaciones tan gravísimas como iconoclastia o rojerío y el envío masivo de cartas promovido por sectores religiosos condenando la cruel decisión.

Actualmente la radio pública sigue dedicando una parte de su contenido a la religión, pero abriendo el abanico a otras creencias mayoritarias como la evangélica, musulmana y judía y dando a los contenidos un enfoque más social y filosófico que evangelizante.

También se siguen retransmitiendo eventos religiosos, lo que resulta hasta cierto punto lógico atendiendo al concepto de servicio público.

Y esa vertiente de servicio público nos lleva a otro recordado microespacio de RNE, el Servicio de socorro.

Hoy nadie se quedaría pegado a la radio esperando un mensaje personal, pero antes de la llegada de los teléfonos móviles, incluso cuando el teléfono fijo era más un lujo que una necesidad, allá por 1939, localizar a alguien que se encontrara lejos de su entorno habitual resultaba complicado. En ese año, finalizada la guerra, fue inicialmente una forma de ponerse en contacto con familiares o conocidos que la contienda había separado.

Con el tiempo, y durante más de sesenta años, el Servicio de socorro de Radio Nacional supuso un último recurso para dar con esa persona en viaje de negocios o de vacaciones a la que había que transmitir un mensaje urgente. Tras los boletines informativos la voz del locutor anunciaba este espacio de apenas unos segundos, pero que dejaba a los oyentes con el alma en vilo imaginando cuál sería ese "asunto familiar grave" por el que pedían a tal o cual persona que se pusiese en contacto con su casa o por dónde andaría ese sujeto que se encontraba "desaparecido de su domicilio" desde varios días atrás.

Maruja Fernández
Cambiamos de faceta. A quién de cierta edad no le suena el Consultorio de Elena Francis. El espacio se había emitido con anterioridad por otras emisoras y finalmente pasó a formar parte de la programación de Radio Peninsular en Barcelona.

El consultorio estaba supuestamente dirigido por Elena Francis, personaje ficticio, interpretado por varias actrices a lo largo de su existencia, que se dedicaba a resolver dudas y repartir consejos, desde los más mundanos hasta los más espinosos relacionados con asuntos sentimentales. Un equipo de asesores preparaba las respuestas que eran comentadas ante el micro por la actriz de turno (la más conocida de ellas Maruja Fernández). El Instituto de Belleza Francis ideó este programa como promoción para sus productos y el ya fallecido periodista Juan Soto Viñolo fue el encargado de redactar los textos que se leían durante el programa. En 1995 publicó el libro Querida Elena Francis en el que recogió una selección de cartas y respuestas del consultorio.

El programa pasó posteriormente a Radio Nacional para desaparecer definitivamente en 1984. En el Archivo Comarcal del Bajo Llobregat se conservan miles de cartas con su correspondiente respuesta que abarcan un periodo de 21 años, entre 1951 y 1972.

Como es natural, con el paso de los años Radio Nacional ha ido evolucionando, descartando esos espacios que ya no tienen utilidad y renovando tanto sus medios tecnológicos como sus contenidos, lo que no es óbice para que muchos programas continúen emitiéndose desde hace más de treinta años conducidos aún por su creador.

De aquella emisora precaria al servicio de una dictadura (que llegó a sufrir incluso atentados, al parecer, por parte de facciones comunistas) transmitiendo en onda corta hemos pasado a una moderna red  que emite en FM, onda media, TDT (con sonido de alta calidad, en el caso de Radio Clásica y Radio 3), por satélite y  a través de internet. Ahora desde casi cualquier rincón del mundo es posible acceder a la programación en directo de las seis emisoras de Radio Nacional.

Por otro lado, la carta en papel de los oyentes, que tardaba días en llegar a la emisora y a través de la que se hacía una consulta o un comentario, ha sido sustituida por la inmediatez de las redes sociales y las comunicaciones inalámbricas. De esta forma ya no resulta extraño escuchar la voz de un transportista perdido en cualquier carretera europea o de un trabajador o estudiante afincados en lejanos países que hacen esas mismas consultas o comentarios de las antiguas cartas en tiempo real durante el transcurso del programa de turno.

Otro gran avance llegado con internet es el podcast, esa infinita biblioteca sonora donde recuperar la última emisión de nuestro programa favorito de horario intempestivo o aquel otro que atravesó el espacio hace años y que ahora nos viene al recuerdo y nos gustaría volver a escuchar.

El podcast hace perder en parte a la radio su esencia, igual que las modernas plataformas de contenidos audiovisuales tipo Netflix o HBO (o los propios archivos de las emisoras de televisión) quitan esa pequeña emoción de esperar a un día y hora concretos para recibir nuestro programa o serie favoritos. Pero, a cambio, poco a poco se van fijando pequeños trozos de historia para la posteridad y quién sabe si también para futuras civilizaciones que, si son capaces de acceder a los soportes de grabación, sentirán ante estos descubrimientos la misma curiosidad y emoción que un arqueólogo actual frente a una recién descubierta tablilla cuneiforme sumeria.

Y no solo de podcast se alimenta la historia. RNE cuenta también con un impresionante archivo sonoro (no musical) compuesto por miles de cintas de magnetófono, CD, discos y hasta libros.

Y, como sucede con TVE, Radio Nacional también apuesta por mantenerse al día en tecnología. Y así ha creado un sitio específico dedicado al sonido binaural. En pocas palabras, las escuchas binaurales crean un efecto de sonido en tres dimensiones a través de auriculares normales que sumerge al oyente en la acción. Es la misma sensación que generan los sistemas de sonido 5.1 y 7.1, pero conseguida con unos simples auriculares estéreo.

Ochenta años no es una cifra redonda para celebrar, pero los setenta y cinco de vida de Radio Nacional sí trajeron consigo exposiciones y  programas especiales, como el que dedicó el espacio Documentos a la historia de la emisora, con profusión de grabaciones antiguas extraídas de su propio archivo.

Exposicion 75 años de RNE en Pontevedra
No obstante, cada año cuenta, y los ochenta nos han traído un interesante vídeo en el que la presentadora del programa De película, Yolanda Flores, nos enseña las instalaciones actuales de RNE.

Es difícil prever el futuro de la radio dados los rápidos cambios del mundo actual, pero esperemos que por mucho tiempo siga manteniendo el mismo espíritu de compañerismo en la distancia que siempre ha tenido y que, cuando nos sintamos solos o tengamos interés por ponernos al tanto de la actualidad o simplemente queramos saber la hora, sigamos teniendo el recurso de conectar un aparato de radio con el sencillo gesto de pulsar un botón o girar una rueda.

Y esperemos también que Radio Nacional sea una de las opciones al otro lado del receptor desde la Casa de la Radio,  las impresionantes instalaciones de Prado del Rey en las que se aloja junto a Televisión Española.


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