17 de diciembre de 2017

RNE cumple 80 años. I


Salamanca. En la noche del 19 de enero de 1937 una emisora portátil de radio Telefunken de 20 kW de potencia, usada en los Juegos Olímpicos de Berlin en 1936 y entregada posteriormente como regalo a Franco por la Alemania nazi, comenzó a emitir su señal a través de una copiosa nevada.

Los receptores con la apropiada sintonización convirtieron esa señal en la voz del actor Fernando Fernández de Córdoba, que adquiriría fama  años después al intervenir en películas ahora clásicas como Calle sin sol o Botón de ancla (la versión de 1948).

Acababa de nacer Radio Nacional de España. Y la Guerra Civil fue, por decirlo así, la responsable.


Las primeras emisoras de radio en España comenzaron a funcionar en 1923, y una futura radio pública era algo previsible. De hecho, ya en 1934 el gobierno de la Segunda República había comenzado a diseñar su propio proyecto de radio pública, con las mismas siglas RNE, pero en este caso por Red Nacional Estatal.

En el caso de Radio Nacional, en sus inicios no se puede hablar de radio pública, sino de radio de guerra y, pasado 1939, radio de estado, por llamarla de alguna forma. Aunque su programación pretendiera ser variada y para todos los públicos, los toques de corneta, recuerdo a los caídos (los del bando vencedor, claro) e informaciones tergiversadas la hacían solo válida para una parte de la población afín al nuevo sistema de gobierno o para aquellos "imparciales" sin unas especiales inquietudes políticas o culturales y cuya vida consistía en trabajar y sacar adelante a una familia. En este caso, la falsa normalidad que proclamaba la radio infundía confianza y seguridad.

Cuando solo habían transcurrido algo más de cinco meses desde el inicio de la contienda la facción sublevada ya tenía en marcha su propia estructura de gobierno, en la que figuraba la Delegación para Prensa y Propaganda. Este órgano, que dependía directamente de la Secretaría General del Jefe del Estado y cuya creación se publicó en el Boletín Oficial de 17 de enero de 1937, fue el encargado de divulgar la información relativa al transcurso de la guerra, para lo cual tuvo bajo su adscripción una sección militar de la que emanaban las novedades del frente. Además se ocupó de filtrar y censurar ("orientar" lo llaman en la publicación del BOE) las informaciones aparecidas en los distintos medios de comunicación y de dar a conocer (palabras textuales) "cuantas noticias exactas sirvan para oponerse a la calumniosa campaña que se hace por elementos 'rojos' en el campo internacional".

Como ya vimos en la entrada sobre Televisión Española, un concepto fácil de entender por cualquier gobierno es la importancia de dar publicidad a las actividades oficiales y una educación acorde a su ideología. Y qué mejor forma de propagar consignas a un pueblo plagado de analfabetismo que la palabra hablada o la imagen, concepto que ya Hitler recogía en 1925 en su Mein kampf.

Antes de Radio Nacional la facción franquista ya hacía uso de emisoras privadas para difundir sus ideas. Los primeros mensajes radiofónicos partieron de Radio Castilla, emisora de Burgos creada en 1933, y hasta existía una, Radio Verdad, con la programación en catalán emitiendo desde Italia.

Pero se hacía necesario algo más apropiado, y la Delegación de Estado de Prensa y Propaganda, bajo la dirección de José Millán-Astray, amigo personal de Franco y fundador durante el reinado de Alfonso XIII del Tercio de Extranjeros (lo que más adelante sería la Legión), impulsó la creación de una emisora de radio con mayor alcance e instalaciones propias, Radio Nacional de España. Nacional, no por nación, sino por ser medio de comunicación de los "nacionales".

La Oficina de Prensa y Propaganda, dependiente de la Delegación, tenía su sede en el Palacio de Anaya, en Salamanca, cuartel general de Franco. En el último piso del edificio se ubicó la redacción de RNE. El estudio y la recién obtenida emisora Telefunken, que se transportaban en cuatro camiones con todo lo necesario para transmitir, se instalaron cerca de allí, en el hoy desaparecido frontón de San Bernardo.


Todo estaba listo. Fernández de Córdoba, bajo la atenta mirada del propio Franco, inició la locución del primer programa emitido oficialmente, "Habla España", en el que las actuaciones musicales de Celia Gámez y Miguel Fleta y la lectura de obras cortas de Pemán y Zorrilla acompañaron al inevitable discurso de inauguración por parte del militar golpista, finalizando con las últimas noticias que el frente nacional consideró oportuno difundir.

Fernández de Córdoba (imdb.com)
Fernando Fernández de Córdoba continuó siendo "la voz del Régimen" hasta el año 1939, cuando leyó el último parte de guerra el día 1 de abril (ese de "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo..."). Posteriormente retomó su carrera de actor, que había comenzado en los años veinte del siglo pasado y que continuó hasta que en los cincuenta cambió la actuación por la enseñanza en la Escuela de Arte Dramático, de la que llegó a ser director.

Radio Nacional de España en sus comienzos tuvo una repercusión que sobrepasaba las fronteras españolas al ser la primera vez que una guerra era retransmitida en tiempo real, como nos cuenta el periodista, escritor y profesor universitario Daniel Arasa en esta entrevista.

A medida que la facción sublevada se hacía con el control del territorio español los medios de comunicación republicanos iban desapareciendo, hasta que en 1938 el bando franquista promulgó la Ley Suñer, llamada así por aprobarse siendo Ramón Serrano Suñer Ministro de la Gobernación. Dicha ley establecía la censura previa, convirtiendo cualquier periódico prácticamente en un boletín oficial. En 1939 otra ley en la que se incluyó la radio completó la de prensa, obligando a todas las emisoras a conectar con RNE para la difusión de noticias.

También en ese año de 1938 la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda comenzó la publicación de una revista semanal con la programación de RNE además de diversos artículos de interés general.

Núm. 1 de la revista de RNE. (leonoticias.com)
La ley de 1939 hizo de Radio Nacional efectivamente la radio oficial del país y la única autorizada a redactar boletines informativos, los denominados "diarios hablados", conocidos popularmente como "partes" (por "parte de guerra"), expresión que ha seguido vigente muchos años después de terminada la contienda. Hasta 1977, a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche todas las emisoras españolas ofrecieron los mismo espacios informativos, salvo una excepción que veremos en la próxima entrada sobre este tema.

No obstante, el monopolio radiofónico no fue capaz de evitar que diversas radios clandestinas (como la comunista Radio España Independiente, transmitiendo desde Moscú y Bucarest) siguieran propagando ideas contrarias al nuevo régimen de gobierno ni que, a pesar de ser delito, los españoles sintonizaran la emisión en castellano de Radio París, emisora pública francesa que mantuvo una programación dirigida a quienes no se conformaban con la "versión oficial" de los acontecimientos. Por ella pasaron las voces de Picasso, Alberti, Carrillo y otros exiliados así como la de personajes influyentes que seguían viviendo en España, pero que usaban Radio París como altavoz de sus ideas, siempre con el miedo de las represalias una vez retornados a la península.

Pero lo que nos interesa aquí realmente es la radio en sí. El uso propagandístico y manipulador que se le diera, que no se puede obviar completamente, lo vamos a dejar para los expertos y los historiadores. La radio ha sido siempre fuente de entretenimiento y, desde la aparición de los receptores portátiles, compañera inseparable de transportistas, insomnes, trabajadores nocturnos, enfermos...

Hasta la llegada de internet a los teléfonos móviles ningún otro medio de comunicación ha sido tan inmediato en la divulgación de noticias. Y ninguno resulta tan cercano a las personas, especialmente con esos programas de madrugada en directo que, hasta en el lugar más recóndito, dejan constancia de que alguien ha cambiado la cama por el micro para hacernos compañía.

Resulta extraño, en un mundo de Youtube e Ivoox, disponer de tan pocas grabaciones de los primeros tiempos de Radio Nacional, pero entonces todo se hacía en directo. El magnetófono comenzó a aparecer tímidamente en la emisora allá por 1947 y no fue hasta unos años más tarde cuando se estableció definitivamente. Y aún así parte de las grabaciones se borraban una vez emitidas para reutilizar las cintas.

Lo que sí se ha conservado de aquellos primeros tiempos son algunos discos de pizarra, que eran grabados con una información genérica para ser radiada en caso de que no fuera posible la emisión normal.

Aún sin grabaciones ha quedado constancia de que se hizo un uso masivo de ese efecto hipnótico de la radio (ni de lejos tan potente como el de la televisión) para distraer al vulgo del hambre, las revueltas y, en general, el malestar que siempre conlleva una dictadura. Concursos, actuaciones musicales, radionovelas, noticias convenientemente filtradas, corridas de toros y, especialmente, el fútbol, distraían la atención y mostraban un país en paz, próspero y feliz. Algunos años después el NO-DO, noticiario documental dirigido por el gobierno y de obligada proyección en cines, se encargó de completar la difusión de las hazañas de los "salvadores de España" y esa misma visión idílica del país que presentaba Radio Nacional.

museodelcid.es
Los niños también tenían su propio espacio radiofónico en los albores de RNE, Ondas Animadas. Fernández de Córdoba no solo sirvió de voz a los sublevados, también hizo disfrutar a los pequeños oyentes como actor de radio y colaborando en la creación de Garbancito y Pepinillo, personajes que compartieron la radio con el papel, donde sus andanzas provenían de los textos del periodista y escritor falangista, además de director de RNE, Jacinto Miquelarena y de los dibujos del prolífico Avelino de Aróztegui.

De Córdoba narró también para Ondas Animadas la biografía intachable de los "superhéroes" de la posguerra en Vidas Ilustres. Personajes históricos, militares golpistas y el propio Franco vieron su vida elevada a la perfección en este espacio destinado al público infantil.

A la vez que cambiaba el cuartel general de Franco, la sede de RNE pasó también de Salamanca a Burgos y, posteriormente, a Madrid en 1940, ya terminada la guerra. Curiosamente Burgos fue la ciudad donde, en 1984, se instaló el último centro necesario para cubrir todo el territorio nacional, ya que la comunidad de Castilla-León era la más deficitaria en cuanto a recepción.

Con la II Guerra Mundial RNE se convirtió, además, en altavoz de los fascismos europeos retransmitiendo la información llegada de las radios oficiales de Italia y Alemania.

Y lo dejamos aquí de momento. En la siguiente entrada veremos cómo RNE se fue ventilando y poco a poco perdió su olor a naftalina, hasta convertirse en la emisora que hoy conocemos.


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